Ayer hablamos de un hombre que mendigaba al margen del camino, y hoy en el capítulo 19:1-10 ya ha entrado Jesús en la ciudad y hay un hombre que quiere ver quien es Jesús. Este hombre a diferencia del de ayer es un hombre rico y el otro era un mendigo.
Si querer ver quien es Jesús, es porque ha oído mucho acerca de él, y es el principio de una búsqueda que no dejará desfraudado al que lo hace, porque a quien se busca es a Alguien que ya sabe, quien es la persona y por que le busca, y él se hará conocer a todo aquel que le busca con un deseo sincero en su corazón. Zaqueo este hombre pequeño en estatura y que ya era un defecto, que a él lo mortificaba mucho, se añade que era un cobrador de impuestos de su país para los romanos dominantes, y por consiguiente muy aborrecido por los demás conciudadanos. Para quienes él era un pecador despreciado por todos.
Podemos imaginar que de nada le servía ser rico, un jefe de la oficina de recaudación de impuestos, si era considerado por la sociedad como un ladrón y traidor a la patria. A este hombre nada le hacía feliz y cuantas veces habrá pensado que esta situación ya no tenía salida, porque si él renunciaba a este empleo, nadie olvidaría quien era, y dirían que dejó ese trabajo porque ya estaba rico con los sobornos, las coimas y las sustracciones de las entradas. ¿Quien podrá librarlo de una situación así? ¿Como borrar una mala situación del pasado? Él ya para ese día que Jesús entraba en la ciudad, sabía lo que había ocurrido con Bartimeo, de un mendigo a un ilustre ciudadano. Decimos ilustre porque cuando una persona recibe a Cristo en su vida, es transformado un ser especial, que a roto con los prejuicios, los miedos, la ignorancia, y el que dirán y ya nada le importa todo eso, porque ha encontrado algo superior esa clase de vida; que se puede tener mucho, y no tener nada, de lo que realmente tiene importancia, la salvación y la vida eterna en Jesucristo.
Cuando Jesús lo vio encaramado en un árbol, y lo llamó por su nombre, Zaqueo se quería morir, él no esperaba tanto, esta sorpresa la hemos tenido todos los que hemos hallado a Jesús, nos llama por nuestro nombre y nos dice que él va a morar en nuestra casa, en nuestra vida. Zaqueo mi imagino habrá corrido a su casa para avisarle a su señora: El Señor Jesús viene ahora a nuestra casa a hospedarse, la mujer se quiso desmayar, ¿como has logrado eso, le habrá preguntado a su marido ¿como has logrado que él venga a nuestra casa? La prueba indiscutible de lo verdadero de una conversión genuina, es el cambio que se produce, en la persona que tiene un encuentro Jesús. Devolvió todo lo que hubiera robado y lo demás lo repartió a los pobres, todo eso había perdido importancia ante la gloriosa realidad de un encuentro con Jesús, cosas que para nada sirven, si no se ha logrado esa salvación tan grande que Dios nos ofrece gratuitamente. Entonces escuchamos de Jesús, estas imponderables palabras: Hoy a venido la salvación a esta casa, porque él también es un hijo de la fe (hijo de Abraham) porque el Hijo del Hombre vino a buscar ya salvar lo que se había perdido, tu y yo.
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